Recomendación

El estudio de la cabalá recomienda que el investigador se asesore con un rabino cabalista para mantener el estudio sobre la alegría del Conocimiento y asegurar el proceso de rectificación de los rasgos negativos del carácter.
El redactor de este blog es un estudiante interesado en compartir lo que va comprendiendo.

sábado, 16 de octubre de 2010

El Infinito y el Temor de Dios

¿Por qué no nos conviene hablar del Infinito?



En el mundo hebreo se pone un énfasis muy serio a no pronunciar "el nombre de Dios", no obstante es posible referirnos a Él a través de sus atributos, Infinito es uno de ellos.


Para los hebreos, los nombres de los seres integran la esencia del ser de lo nombrado, en consecuencia su usted intenta nombrar lo incognocible lo que hace es truncar su propia espiritualidad por no entender que el Infinito no puede tener nombre al alcance de nuestro intelecto. De modo que usted estaría empezando con una falla estructural grave.


En esta entrega me propongo explicar a quienes fuimos formados en el concepto de Dios personificado y con figura humana en las pinturas, por qué no nos conviene hablar del Infinito.


La respuesta es sencilla pero no evidente en cuanto su alcance para quienes venimos de una cultura en la que se personifica o humaniza a Dios. Captar la respuesta nos exige a futuro el esfuerzo de estar alertas para reconocer los brotes o  resurgimientos de nuestra costumbre de limitar y personificar al Infinito.

Vamos a hilar más fino y el que sepa orientarme después de leer esto, le pido que me ayude.

El infinito “es”.

Siendo estricto nadie puede imaginarse el infinito, nadie tendría un modo de referirse al infinito porque necesariamente estaría limitándolo: usted llegaría a formarse una imagen del infinito y si lo hace le coloca límites. Una imagen muy común del infinito es el universo en nuestra mente con todas las galaxias e imaginarnos que después de que ya no podemos ir más lejos, decimos algo así como “y aquel hueco negro donde ya no veo más, es el infinito, en esa dirección”.  Algo semejante ocurre cuando tratamos de imaginarnos algo infinitamente pequeño.

Cuando usamos la imaginación de esa forma, extendiendo el universo con sus millones de galaxias, necesariamente vamos extendiendo el infinito cada vez que llegamos a un punto que ya nos parece lejísimo. Bien, lo que quiero que usted se dé cuenta es que esa imagen que usted va extendiendo tiene dos extremos, por un lado su mente que creó la imagen y por el otro la punta o la proa de lo que se va alejando hacia el infinito del infinito. En consecuencia, por definición usted no está imaginando el infinito. Está imaginando un universo que se expande que es enorme, tan grande que parece que no tiene fin.

Ese esfuerzo de imaginación es importante para quien mira el cielo o lo estudia pero es sumamente inconveniente cuando usted le atribuye ese infinito a Dios. Una de las maravillas de Dios es que es inimaginable,  lo infinito no es grande ni pequeño, no se pude representar ni por el universo ni por la molécula, ni siquiera por los dos juntos en un esfuerzo de unir lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño ¿por qué? Porque desde el momento que se le ocurre deja de ser infinito.

No imaginar ni nombrar el infinito es vital en el desarrollo espiritual

Se nos pide un esfuerzo mental importante, vital para la vida espiritual y es que no tratemos de imaginar el infinito, ni siquiera piense usted que lo puede llamar de alguna manera. El infinito no tiene dirección hacia lo grande, ni hacia lo pequeño, el "infinito es" y no hay nada fuera de Él. El infinito no crece ni se expande. Si usted se lo imagina como más allá de universo, demuestra que no está entendiendo que no puede entender.
En el mismo momento que usted fija su atención en un punto en relación con el infinito, su objetivo es imposible.

El temor de Dios (bien entendido) es un tragaluz enorme de bendiciones.

No tratemos de entenderlo, haga este experimento: trate de no entender al Infinito sabiendo que "está", que "és", que no lo puede imaginar ¿qué siente? Bien, si lo orienté correctamente y usted hizo el esfuerzo mental, eso que usted siente es un aspecto a lo que se refiere la expresión "Temor  de Dios", es un enmaravillamiento algo tembloroso asociado con el desconcierto que también nos asusta todo junto con un deseo irrefrenable de reverenciar con apertura, alegría interior y certeza de que todo es Uno y que se es parte del Uno, que el Uno se ocupa de nosotros, nos protege.   Trate de sentirlo, es  lo más próximo y por eso es tan importante.

Este temor de Dios que acabamos de sentir no es Dios, es una manifestación que podemos percibirr en una muy fuerte emoción fácil de reconocer y que nos alinea el cerebro con el corazón para orar con más fuerza sin esfuerzo. Orar con más fuerza es aprovechar lo que se ha traducido como "temor de Dios" (el que acabamos de explicar) para dejar pasar Su presencia, Su Luz,  en nosotros. Cuando eso ocurre se activa una unión, se hace vivencial la unión porque tenemos esa emoción superintensa en el pecho de respeto a lo inimaginable, la vivencia de ser parte de Él y aún así, libertad de movimiento.

Sentir el temor a Dios es abrir una claraboya, un tragaluz enorme de bendiciones. Conviene tener la kipá puesta en esos momentos.


Es así como lo voy entendiendo y lo comparto.




Quiero agregarle a esta entrada dos párrafos que he extraído de una de las oraciones de la mañana.




“Señor del universo: Tú eres el origen de todos los orígenes y la causa de todas las causas, y Tú riegas el Arbol en esa fuente. Y esa fuente es como el alma al cuerpo, pues es la vida misma del cuerpo. En Ti no hay semejanza ni imagen tangible, tanto en lo que está al interior como al exterior.

(texto omitido)

“De Ti mismo no hay conocimiento posible; nadie aparte de Ti es Uno, ni en los seres superiores ni los seres inferiores, y Tú eres quien se manifiesta como el Amo de todo ello. Cada una de la sefirot posee un nombre cognoscible, y por medio de ellas son llamadas las fuerzas angélicas. Pero Tú no posees nombre cognoscible, pues Tú eres quien llena todos los nombres, y Tu constituyes la plenitud de todo lo que existe.”

(texto omitido)
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