Leyendo páginas web usted no podrá imaginarse lo que es estudiar la cabalá. Sin duda aprenderá mucho y encontrará gran utilidad en sus lecturas pero una escuela de cabalá no es parecido a lo que estamos acostumbrados.
Lo primero que va ocurrir es que sus maestros le explicarán cómo los cabalistas conciben la creación y eso es muy distinto a la forma como lo aprendimos en el colegio de un país como Venezuela. Por ejemplo, un venezolano con formación religiosa puede afirmar sin ningún problema que la creación tardó seis días de 24 horas cada uno y que eso lo pudo hacer Dios porque Él es todopoderoso.
El cabalista en cambio le dirá que la Creación es un acto presente que se realiza constantemente y que en el momento en que Dios deje de crear, se acaba todo lo creado. Un cristiano, si no entiende o no le encuentra sentido a algún párrafo del antiguo testamento, lo deja de lado y se dedica a procurar amar al prójimo como a sí mismo, lo que a fin de cuentas resume el mensaje de Jesús. El cabalista en cambio va a profundizar en el pasaje difícil de la Biblia hasta encontrarle el mensaje que esconde, verificando la objetividad su hallazgo y también, se dedicará a procurar amar al prójimo como así mismo, sabiendo que los demás mandamientos están para ayudarlo a lograr ese objetivo. No es cuestión de mejor o peor, sino anunciar que es muy distinto.
El cabalista en cambio le dirá que la Creación es un acto presente que se realiza constantemente y que en el momento en que Dios deje de crear, se acaba todo lo creado. Un cristiano, si no entiende o no le encuentra sentido a algún párrafo del antiguo testamento, lo deja de lado y se dedica a procurar amar al prójimo como a sí mismo, lo que a fin de cuentas resume el mensaje de Jesús. El cabalista en cambio va a profundizar en el pasaje difícil de la Biblia hasta encontrarle el mensaje que esconde, verificando la objetividad su hallazgo y también, se dedicará a procurar amar al prójimo como así mismo, sabiendo que los demás mandamientos están para ayudarlo a lograr ese objetivo. No es cuestión de mejor o peor, sino anunciar que es muy distinto.
Igualmente importante es que el estudio de la cabalá tiene por objetivo integrarse a aquellos que trabajan para que se revele la Luz oculta en la Creación. Esto se logra empezando por descubrir la Luz que llevamos oculta en nosotros mismos.
La escuela de cabalá es como un taller profesional de automóviles, de esos en los que todo está impecable menos los carros en reparación. A ese taller cada uno de nosotros lleva su carro y el rabino también, quizás el más bonito, “el que menos necesita reparación” pero paradójicamente, el rabino no para de trabajar en su carro con alegría en detalles que veríamos superfluos en nuestros propios carros, él sabe porqué.
No llegan al taller carros en buen estado: si usted llegó a una escuela de cabalá es porque trae su carro a reparar, a rectificarle el motor o ajustar los frenos o el carburador para que vuelva a funcionar según el manual. De modo que en la escuela estamos todos con el “capot abierto”, las ruedas desmontadas o con el carburador en limpieza, y de eso se trata.
La escuela está orientada para que si usted es un Massetarti funcione como tal, lo mismo que si es un camión, un autobús o tractor. De modo que si su interés es saber cómo reparan carros en general o si lo que quiere es exigir su cerebro al máximo para lograr entender nuevos conceptos, usted no estaría aprovechando la escuela de cabalá para lo que es, y es fácil predecir su aburrimiento, si no cambia su intención al darse cuenta de la razón de ser de la escuela.
De modo que, a diferencia de una clase de catecismo, aquí la introspección está directamente asociada a la acción de mejorar, que es como los cabalistas entienden el arrepentimiento, al punto que si su filtro de aire está sucio, lo va querer cambiar y no importa si los demás lo ven a usted cambiando el filtro de aire, para eso es el taller, otros repararán algo distinto y algún día todos tendrán que cambiar sus filtros de aire también.
La idea cuando cambiamos el filtro de aire, no es asustarnos por lo sucio, sino maravillarnos por lo bien que funcionó dejando el sucio fuera de los pistones. Si usted llega con su carro a punto de apagarse, agradece haber llegado al taller y se pone trabajar. Al final lo que importa es que el auto quede reparado y no cómo entró.
Escribo todo esto porque por experiencia propia se que es muy fácil querer esconder lo que vinimos a reparar; muy fácil mirar qué tan mal están los otros y que maltratos le dan a sus carros los demás, incluso el rabino. Si entramos por una reparación menor tendemos a estimar que somos mejores que los que tienen el motor desmontado cambiando las empacaduras y rectificando los pistones. También nos es muy fácil sentirnos mal porque destrozamos el carro, no le dimos mantenimiento o simplemente está sucio.
Es importante que tengas esto presente, para que no tengas miedo de mostrar tu carro en el estado en que está y que te sientas alegre reparando tu carro en compañía de amigos que están haciendo lo mismo, incluso el rabino con su auto impecable de colección.